Conversaciones de medianoche

Hacía horas que la bóveda celeste había tornado su color al negro de la noche, mostrando también millones de puntitos luminosos, algunos más grandes que otros. La luna llena presidía el ambiente nocturno, lanzando una pálida luz que iluminaba los terrenos circundantes al castillo. Pequeñas hilos de luz lunar penetraban débilmente las cristaleras de la fortaleza, iluminando los interiores de la edificación. Un haz de aquel pequeño resplandor caía en forma cónica sobre lo que era un gran tono de enorme respaldo y color negro. Una figura se encontraba sentada sobre él, con la cabeza apoyada en un puño.

Aunque ya hacía un rato que gran parte de la servidumbre del príncipe se había ido a dormir a sus aposentos, el tétrico joven se encontraba aún en la sala principal del palacio. No era por falta de sueño, ni tampoco porque le gustase la soledad (aunque tampoco le desagradaba), sino porque en aquellos momentos quería hablar con una persona en privado. Por ello, había ordenado a sus criados de mayor confianza que sellasen e insonorizasen cualquier acceso a la estancia, así como también les había mandado buscar a cualquier intruso o instrumento que permitiese a personas ajenas escuchar o enterarse de la conversación que iba a tener lugar allí. Tan solo cuando se hubieron asegurado de que nada ni nada pudiese entorpecer su plática se marcharon, dejándolos solos en el lugar.

Amadeus se encontraba mirando distraídamente su mano derecha, que se encontraba abierta y llena de pequeños pedazos de carne seca. En ella se encontraba un pequeño cuervo, oscuro como la misma noche, picoteando su comida. Ni siquiera alzó la vista cuando le habló a una de las zonas oscurecidas de la estancia.

Voy a encargarte una cosa, Ezuury... -Dijo con voz suave y mostrando un aire inescrutable, completamente indiferente y tranquilo.

Durante unos segundos no ocurrió nada, sus palabras se perdieron por los recónditos y oscuros rincones de la habitación, pero entonces, una suave y seductora voz femenina se escuchó en las sombras de la estancia, y segundos después, una figura femenina comenzó a andar hacia él, hasta quedarse a poca distancia del joven.

Su mirada se desvío al cuerpo de su acompañante. Sin duda se trataba de una chica muy guapa, del tipo que despertaría las pasiones de más de un hombre insensato. Esbozó una sonrisa irónica, las súcubos eran así, y ante él, reverenciándole, se encontraba una. Aquella especie de demonios siempre había resultado misteriosa y la mayor parte de las veces no solía traer nada bueno. Sin embargo, para Amadeus aquello no tenía ninguna importancia, es más, le alegraba tener a una sierva así, pues eran muy útiles. Especialmente Ezuury, pues había resultado ser una fiel caballera. Sin duda, el príncipe fénix hizo bien el día que él mismo apuñaló a la joven en el pecho, para después pasarle una pequeña cantidad de su sangre, restaurando su vida.

El cuervo soltó un graznido que resonó por toda la sala. Ya había terminado de comer y se había cansado de la palma del muchacho, por lo que, con unos aleteos que se escucharon debido al silencio de la noche, el ave se elevó por los aires para comenzar a volar en círculos sobre las dos figuras, como si supiese y aprobase lo que Amadeus iba a decir a continuación.

Bien... -Asintió él, borrando su irónica sonrisa de su pálido rostro, adoptando una expresión más fría-Supongo que ya sabrás que el Ragnarok caerá en cualquier instante, ¿no es así?-Preguntó con unas palabras imperturbables, igual que su rostro.

Ezuury parecía divertida ante lo que el príncipe le pudiese decir... tanto mejor, así posiblemente trabajaría de mejor grado, lo cual le reportarían mayores beneficios.